¿Hay odiosidad en la política chilena?
Es un fenómeno global: los gobiernos no son populares, la ciudadanía se organiza por las redes y los partidos van a la baja. Es el escenario en que debe gobernar Piñera.
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El episodio Mauricio Rojas –que alcanzó a estar menos de cuatro días como ministro de Cultura–, encendió la discusión en Chile que, por momentos, nuevamente parece una nación de enemigos, a juzgar por las discusiones en las redes sociales. Pero el ambiente político local, ¿está especialmente odioso? ¿O más bien se trata de un fenómeno mundial de crispación que afecta a todos los gobernantes y, por tanto, es parte de la normalidad con la que deberá aprender a convivir el presidente Piñera en este segundo mandato? ¿Cuál es este nuevo escenario?
Gobiernos sin mayorías ni popularidad
Para Gloria de la Fuente, analista política y doctora en Ciencias Sociales, “el escenario local viene cambiando hace tiempo”. “Pero sin duda la inauguración del nuevo gobierno y la nueva legislatura cambiaron de manera definitiva el ciclo, porque en adelante nos tendremos que acostumbrar, con mucha seguridad, a gobiernos sin mayorías sólidas, que deberán esforzarse por construir mayorías circunstanciales y una diversidad mayor de posiciones en el Parlamento”.
Sobre la popularidad, la tendencia en Chile muestra que, desde el primer gobierno de Piñera, lo realmente excepcional es que los presidentes tengan una popularidad mayor al rechazo por períodos prolongados.
Lo explica Ernesto Ottone, sociólogo y doctor en Ciencias Políticas: “Creemos que son fenómenos que solo ocurren en Chile, pero la caída de la popularidad de los presidentes es general. Hay muy pocos presidentes que tienen un nivel de apoyo grande en el mundo”. Pone de ejemplo los casos de Italia, Francia, Alemania, que pasan por momentos difíciles, y sobre la situación chilena, señala: “Las cifras de popularidad estaban un poco hinchadas por las expectativas y ahora lo que estamos viendo, simplemente, es que se está volviendo a la normalidad. Piñera nunca ha sido demasiado querido, aunque francamente se encuentra todavía en una mejor situación que Bachelet”.
El periodista Cristián Bofill dice que lo que cambió la agenda en las últimas semanas fue la baja del apoyo del gobierno en las encuestas y su respuesta: “Un ajuste de gabinete apresurado que abrió un flanco en el tema de los DDHH. Lo irónico es que la caída en las encuestas, si bien era una alerta importante, no era para nada dramática y no tenía relación con el ajuste realizado, sino con la economía”.
La ciudadanía empoderada
Roberto Méndez, académico de la UC, esta semana a propósito del episodio Rojas se refería a la influencia de la opinión ciudadana y a la presión de las redes sociales. Bofill habla de la lógica que se instala en dichos espacios. “El clima político sigue siendo el mismo. Su principal característica, en Chile y el mundo, es la desconfianza en las autoridades y un escrutinio por parte de grupos organizados que se basa en la lógica de confrontación de las redes sociales. En ese clima los errores políticos se pagan más caros y vale como nunca la advertencia de Harold Wilson: ‘En política una semana puede ser demasiado tiempo”.
Dice Ottone que, con los partidos debilitados, las redes juegan roles importantes, para bien y para mal: “La ciudadanía es capaz de defender determinados valores a través de las redes que, en ocasiones, también son una cloaca”. Pero tampoco cree que en Chile se esté incendiando la pradera: “Al lado de lo que ocurre en Argentina o Brasil, lo de Chile es apenas un fueguito”.
De la Fuente señala que estamos frente a una sociedad distinta, que cuenta con mayores mecanismos de articulación: “Si vemos lo sucedido con el exministro Rojas, el logro de remover a la autoridad le pertenece más a la oposición social articulada en el mundo de la cultura, que tiene liderazgos bien potentes, pero probablemente circunstanciales a esta situación en particular”, señala la analista.
Partidos en crisis (y oposición fragmentada)
De acuerdo a Ottone, el hecho de que la oposición está fragmentada colabora en este nuevo escenario: “Si las instituciones de representación no funcionan son reemplazadas por una especie de representación directa que se arma y desarma con mucha facilidad”.
Para De la Fuente, “los partidos de toda la oposición tienen una necesidad de leer bien lo que está pasando y desde la humildad aproximarse a estas nuevas lecturas del mundo”. Aunque tampoco piensa que el ambiente político local sea particularmente odioso: “La oposición o las oposiciones, más bien, han encontrado un espacio de articulación tras temas que los aglutinan, como lo sucedido en materia de DDHH, pero también cumpliendo el rol de fiscalización y exigiendo la rendición de cuentas, que es su facultad”.
Bofill piensa, en cambio, que “todo indica que ahora la oposición es la que se está equivocando con su excesivo entusiasmo por derribar autoridades (Roberto Ampuero, Luis Castillo o los jueces de la Suprema)”. “Es un ejercicio arriesgado porque deja al desnudo la carencia de una agenda común de futuro que ofrecerle a la ciudadanía”.